sábado, 30 de julio de 2011

“Ser digno de ser” hincha de River

“Ser digno de ser” hincha de River.


“La realidad duerme sola en un entierro y camina triste sobre el sueño del más bueno. La realidad baila sola en la mentira y en un bolsillo tiene amor y alegría, un Dios de fantasía, la guerra y la poesía” (La colina de la vida, de León Gieco). 

Este River descendido ha generado un alboroto en el país que ni siquiera los sociólogos dan en la tecla con qué punto ciego del “país que no queremos ver” se ha disparado. Tomás Abraham, filósofo, en una nota de Perfil, vaticinaba: ¡No jodan con eufemismos, que River se vaya a la “B” es una tragedia. Nadie está preparado para la caída de un grande! Los días parecen haberle dado la razón. River es un tótem para el fútbol argentino. Y sí River se caía, se podía llevar puesto todo, hasta la AFA. Se les fue la mano –más allá de todas las autocríticas que deben hacerse-. Pero lo cierto es que ahora no saben qué hacer con el muerto.

Todos, excepto el hincha de River, que no quiere nada. Que lo único que acepta es la hidalguía. Que quiere volver a primera compitiendo. Que no acepta que lo humillen más. Que ha transpasado posiciones personales e ideológicas, que el “Proyecto de Federalización de AFA” las tiene, por cierto –Fútbol para Todos vs. TyC, Clarín vs. AFA TV, Grondona vs. Vila-, y que no quiere ensuciarse las “manos con sangre”. Sólo quiere “ser digno de ser” y enfrentar este desafío desde el espíritu lúdico que históricamente ha consagrado a River, en las buenas y en las malas. Hay un solo descenso que es inaceptable: el “moral”. Allá ellos, con sus conciencias putrefactas. El hincha de River y su dirigencia tampoco –según palabras del propio Passarella- han propuesto cambio alguno en cuanto a los torneos. No tiene representantes en AFA, no ha recurrido al poder político, aunque se haya querido instalar en esta última semana una vergonzosa campaña mediática anti-River, cuya trama, a grandes rasgos, vale la pena desocultar.

Lo extrañamente curioso es que la primera versión del susodicho proyecto apareció hace diez días en la tapa de la revista “Veintitrés”, bajo el título de “El insólito plan para sacar a River de la B”. Lo insólito es que un medio que simpatiza con el oficialismo haya impreso semejante portada, cuya bajada, de alguna manera, desmentía los “beneficios” a River y la participación del Gobierno en las decisiones de AFA. Ni lerdos ni perezosos, el inefable Grupo Clarín, apelando a su famoso diario deportivo obscenamente, nos regaló otro título aun más escandaloso. Olé publicó: ¡Ascendió River!. Juega su partido. Sumado a ello, la media verdad del vocero de la AFA arrimó leña al fuego: “Si River no descendía, no estaríamos hablando de esto”, dijo, en alusión al proyecto. Pero luego agregó: “Al resto de los equipos grandes les podría ocurrir lo mismo, y no nos podemos permitir esto”.

El “escándalo” estaba en marcha. Quienes están en la trinchera mediática opuesta al Gobierno y al “Proyecto Fútbol Para Todos” se encarnizaron para justificar que River era la piedra del escándalo. La sensatez esperable del Gobierno para frenar esto y presentarlo en tiempo y formas razonables tampoco llegó. No sólo se bastardeó a River, sino que también existió un cambio que para quienes vivimos los Torneos Nacionales de la década del 60/70 fue atractivo y cautivante. Manantial de excelentes jugadores desconocidos, vidriera de los equipos más escondidos de nuestra geografía.

Una nueva, bochornosa y vertiginosa presentación pública de quienes gozan besar el “anillo del padrino”, con los ojos vendados, subestimando la reacción de la opinión pública.

Volvieron a dejar al país futbolero perplejo y en estado de desconcierto –que poco y nada sabía de lo que se estaba perpetrando-. Muchos influenciados, naturalmente por la resaca de lo que estos sátrapas instalaron en el imaginario popular, se hicieron eco de las calumnias: ¡Quieren salvar a River! En parte, esperable. Ya había pasado la prescripción “compasiva” de las cargadas. Sin embargo, no fueron pocos quienes se sumaron a la rebeldía inmediata del hincha de River, que por derecha y por izquierda, saludablemente, reaccionó ante tamaña denigración mediática.

Que se ha perdido la cordura parece ser un tema que ya trasciende a las “barras bravas”, y la violencia de escritorio no le iría en zaga. Y cuando hablo de escritorios me refiero al cuerpo mediático y dirigencial del país. Se escribe cualquier cosa, se declara cualquier barrabasada, no se miden las consecuencias. Pero, en fin, como dijera alguna vez Dante Panzeri, en “Burguesía y Gangsterismo en el Deporte”, lo que vale es la táctica, la estrategia y la “coyuntura”. Importa más la forma que el fondo, la celeridad del tratamiento, la improvisación. No se miden costos de ninguna índole.

Qué esperar entonces de reparar en las “palabras”, en las “voces” que se emiten, si no se profundiza, si se quiere presentar a River como el “Caballo de Troya”, el mascarón de proa del proyecto de Viamonte 1366. Unos y otros. ¡Basta de mentir con River! Hemos sido baleados por un fuego de “mala leche”. Se lanzó una campaña mediática apócrifa, descalificadora, cruzada entre intereses políticos, periodísticos, electoralistas que se veían venir pero nunca con tanta virulencia.

El hincha de River se plantó. Ha empezado a ascender. “Ser digno de ser” de River es resistir el embate inmoral de estas luchas que por la deshonestidad intelectual y profesional dan asco. Luchas por el poder “político”, maquilladas de deportivas que nos encuentran muy lejos de ese “stablishment” donde nos quieren poner.

¡Vamos todos unidos! Hay que ganar en el verde césped (A.A. Labruna)

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